sábado, 2 de julio de 2011

Del aprender de un hacer: síntesis histórica de la enseñanza de ingeniería en Venezuela

[Conferencia ofrecida por el Prof. Nelson Méndez en la presentación pública de su libro _Un país en su artificio. Itinerario histórico de la ingeniería y la tecnología en Venezuela_, celebrada el 27/06/2011, en el Auditorio de la Facultad de Ingeniería de la UCV.]




En la conmemoración del Bicentenario de la Independencia que, con diversas manifestaciones, viene realizando la Universidad Central de Venezuela, resulta más que oportuno reunirnos para la presentación pública de Un país en su artificio, libro donde se recoge la trayectoria de la ingeniería y la tecnología en nuestra sociedad. Es ésta una dimensión del proceso histórico poco investigada y destacada a la hora de reconstruir la memoria nacional, pues prácticamente desde siempre, y mucho más en los tiempos que corren, el poder ha privilegiado la construcción y difusión de un remedo de historia para consumo colectivo, en donde se insiste en recordar principalmente y de modo canónico a ciertos hechos, procesos y personajes asociados a lo militar y a lo político-institucional, convirtiéndolos en coartada que justifica lo que a ese poder interesa.

En semejante épica centrada en la apología de muchos héroes de cuartel, con el añadido de algunos letrados que en las cercanías escribían constituciones, proclamas y alegatos, poco interés suele haber en conocer otras dimensiones. Se repite hasta el cansancio que “aprender historia” es saber de batallas, de caudillos y de quien gana o pierde en sus contiendas por la supremacía, excluyendo de ese aprendizaje todo lo que no esté santificado por el olor a pólvora o el “Sellado y Refrendado” de los despachos oficiales. Así, los libros escolares que forman la visión del pasado de la mayoría de los habitantes del país insisten en recordar a generales y políticos, mientras poco o nada hablan de maestros, profesionales de la salud, científicos, ingenieros y de tanta gente que, desde áreas ignoradas por el canon militar-institucional, se ha esforzado en estos 200 años por construir civilidad y país, tarea que demasiadas veces se ha tenido que hacer ante la indiferencia ignorante, la suspicacia y aún la abierta hostilidad de quienes desde el mando autocrático deciden qué es histórico y qué no.

Ha sido exitosa la imposición de esa visión sesgada, aún entre quienes somos parte de un ámbito de civilidad por excelencia como lo es la Universidad. Por desconocer nuestra historia, parece de poca trascendencia o hasta inexistente, así que se ha arraigado la costumbre de dejarla de lado, por lo que nos ha costado y aún nos cuesta asumir una perspectiva alternativa, en la que se rescate el entendimiento reflexivo de nuestro pasado en su más completa representación, dando su lugar a todo eso que la crónica oficial interesadamente ignora, pues conocer lo que hemos sido es soporte indispensable para determinar lo que somos hoy y hacia dónde debemos marchar en el futuro.

Partiendo de tales consideraciones, aprovecharé este evento para detenerme en un aspecto específico dentro de lo que abarca el libro que hoy se presenta, pues es el caso que en el poco estudiado campo de la Historia de la Ingeniería en Venezuela, prácticamente nada hay en cuanto a hechos y características de la evolución que entre nosotros ha tenido la enseñanza de la ingeniería. Al interesarme en ello, encontré que había que comenzar desde lo básico, reuniendo en un solo cuerpo la muy dispersa información referida al asunto, presentándola en términos que reflejasen su existencia como ámbito que amerita el interés histórico y es referencia imprescindible para quienes hoy estamos relacionados con la formación profesional ingenieril. Avanzando en dicha sinopsis informativa, he podido establecer algunas coordenadas de interpretación que compartiré con Uds. hoy, esperando tanto ampliar conocimientos como estimular el interés por el proceso evolutivo de la ingeniería nacional en general, y del desenvolvimiento de su enseñanza en particular.




Abro esta resumida exploración histórica con los precedentes del período colonial sobre la enseñanza ingenieril. La ingeniería es para la Corona ibérica –en particular con la dinastía Borbón que toma las riendas en el siglo XVIII- instrumento de creciente importancia en el control de sus dominios, pues en aquellos tiempos es esencialmente ingeniería militar, ocupada en lo referido a fortificaciones, armamento, transporte, comunicaciones y logística castrense. Quienes integraban el cuerpo de ingenieros venían por origen familiar de sectores de élite en España y en sus colonias, siendo ese origen decisivo para su ingreso y ascenso exitoso dentro de esta rama militar, que sólo recibía a privilegiados y les otorgaba más privilegios. En cuanto a formación profesional, apenas fue accesible para muy pocos nacidos en territorio venezolano, pues de no ir a adquirirla en la península ibérica o a plazas militares importantes en América como México o La Habana, dependía de que alguno de los escasos ingenieros hispanos destinados en estas tierras organizase con la venia real una “Academia”, nombre dado a un curso en el cual ese único ingeniero-docente instruía a pequeños grupos de aprendices, normalmente con recursos inciertos, duración irregular y afrontando distintos escollos. Tales fueron las “Academias” que existieron en Caracas a cargo de Nicolás de Castro (1760-1768), en La Guaira con Manuel Centurión (1761), en Cumaná con Juan Pires (1808-1810), y en Caracas con José Mires (1808-1810). Es inevitable recordar que en las dos últimas fue cursante el adolescente Antonio José de Sucre (nacido en 1795), a quien tras algunos meses de instrucción en ambos lugares encontraremos como flamante Subteniente de Ingenieros en Margarita a comienzos de 1811.

El auténtico nacimiento de la enseñanza formal, institucionalizada y permanente para esta área profesional en el país deba esperar a 1831, cuando la República iniciaba su tránsito en solitario tras la disolución de la Gran Colombia y aún se recuperaba de las convulsiones de la lucha por la Independencia. Ese año se decreta el establecimiento de la Academia de Matemáticas en Caracas, alentada por el fervor, capacidad e iniciativa de Juan Manuel Cagigal. Este venezolano se había educado como ingeniero y matemático en España y Francia, habiendo vuelto al país a impulsar una institución de formación profesional para ingenieros que siguiese la huella de las que había conocido en Europa. Pese a las circunstancias difíciles, pudo lograr apoyo oficial, lo que estimo se debió en gran medida a que reorientó la visión que traía en mente del extranjero (con el modelo civil de la Escuela Politécnica de París en que estudió), hacia la propuesta de una escuela de formación de oficiales militares técnicamente calificados (recibirían título de ingenieros con 6 años de estudios), en la que hubiese además posibilidad de impartir capacitación técnica a civiles (egresarían como agrimensores a los 4 años de formación).

No fue nada fácil el inicio y posterior sobrevivencia de la Academia de Matemáticas, pese a ser una entidad de élite y para una élite. El soporte gubernamental significaba poco dada la debilidad institucional y financiera del Estado en aquellos tiempos. Los docentes disponibles eran muy escasos, al punto que se comenzaron actividades con sólo dos profesores: Cagigal y José Rafael Acevedo, quien desde 1827 regentaba la primera Cátedra de Matemáticas en la Universidad Central de Venezuela; para superar tal limitación después se incorporarían a dicha labor algunos de los egresados de la propia Academia. Por lo demás, el peso de la adscripción militar dada a la institución para conseguir respaldo oficial, implicó que progresivamente quedara menos espacio para la formación de civiles, aparte que siendo una instancia de obediencia castrense se vio sometida a los vaivenes bélicos de nuestro agitado siglo XIX. No obstante, el celo de Cagigal y el apoyo que recibió de algunos interesados en su idea (por ejemplo desde la Sociedad de Amigos del País) permitieron superar esos arduos principios, de modo que en 1835 reciben su título 7 agrimensores y en 1837 egresan 4 ingenieros.




En 1841 Cagigal deja la dirección por enfermedad y le sustituye Olegario Meneses, uno de los primeros egresados de 1837, bajo cuya gestión se mantiene por un tiempo el impulso que su fundador había dado a la Academia. Sin embargo, para fines de la década de 1840, los reportes de funcionamiento anotan múltiples dificultades, que se reflejan en repetidos ceses de actividades y largos períodos sin que haya egresados de la institución. De hecho, aunque la Academia de Matemáticas oficialmente funcionó de 1831 a 1872, sólo tuvo 17 promociones con un total de 97 egresados, en su mayoría dedicados por entero al ejercicio de las armas, con poca o ninguna actividad específicamente ingenieril. Esto en buena medida porque en la Venezuela de mediados del S. XIX los conflictos político-militares inhiben o liquidan las escasas posibilidades que se presentaban para la acción civil y constructiva. Pese a tal panorama, hay algunos hechos y procesos que debemos rescatar en ese período. En 1861 (y de ello celebramos 150 años en este 2011) se funda el Colegio de Ingenieros de Venezuela, cuerpo dependiente del Ministerio de Guerra pero que pronto comienza a ser integrado por más civiles y a interesarse de modo creciente por asuntos ajenos a lo castrense, como se evidencia en publicaciones, eventos y acciones que promueve. De paso anotemos que uno de sus fundadores, Alejandro Ibarra, era un egresado de la Academia de Matemáticas que se dedicó a la docencia universitaria y llegó a ser el primer ingeniero Rector de la UCV en 1870.

En 1867 hay registro de los primeros títulos de agrimensor que otorga la UCV, con lo cual se abre un camino para la formación esencialmente civil de los ingenieros, que tendrá sus siguientes hitos en 1872 al suspenderse la Academia de Matemáticas (que para el presidente Antonio Guzmán Blanco era “un nido de godos”); en 1874 con la creación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UCV, autorizada para otorgar títulos de ingeniero civil y agrimensor; en 1877 con los primeros 7 egresados de esa Facultad; en 1879 con la adscripción oficial de recursos y personal de la Academia de Matemáticas a la UCV; y en 1881 con el fin del status militar del Colegio de Ingenieros, que pasa a ser subordinado al Ministerio de Instrucción Pública.

Las décadas finales del siglo XIX marcan novedades resaltantes en el andar de la ingeniería y su enseñanza en nuestro suelo. El contacto con los procesos de cambio científico-tecnológico y de expansión del poderío político-económico que ocurren en Europa Occidental y Norteamérica se hace más regular, lo que se traduce tanto en el arribo al país de empresas capitalistas, recursos técnicos, productos y procedimientos que al llegar plantean exigencias de ingeniería, como en que a través de publicaciones o de algún personal calificado recibamos al menos parte del conocimiento y habilidad ingenieril que está evolucionando rápidamente en los centros de poder mundial.

Se combinan tales circunstancias con que entre 1870 y 1889 la hegemonía política del caudillo Antonio Guzmán Blanco impone relativa estabilidad, asentada en una situación económica que le favoreció, de modo que para la enseñanza de la ingeniería esta situación se traduce en un modesto auge, donde de 1883 a 1893 hay 11 promociones y 137 egresados de la UCV como ingenieros civiles, quienes encuentran campo para su ejercicio profesional en las posibilidades que abre el atenuado impulso modernizador que se vivió bajo el guzmancismo. Incluso, vemos que la enseñanza de ingeniería se extiende fuera de Caracas. Recordando el precedente del fallido intento de una Escuela de Ingeniería para Maracaibo en 1863, tenemos que: entre 1884 y 1889 la Universidad de Los Andes otorga 7 grados de agrimensor; en 1886 cinco estudiantes que habían cursado la carrera de ingeniería en el Colegio Federal de Maracaibo, vienen a Caracas a presentar tesis y recibir grado profesional en la UCV; en 1892 la Universidad de Valencia tiene una Facultad de Ingeniería Civil, de donde egresan 4 profesionales hasta su clausura; también en 1892 se gradúa un ingeniero de la Universidad del Zulia, que como la anterior, funcionó entre 1891 y 1904. Así mismo, evocaremos el esfuerzo del Ing. Miguel Palacio por hacer funcionar entre 1893 y 1898 una Escuela de Minas en Guasipati, Edo. Bolívar, que finalmente no fue autorizada a otorgar títulos de ingeniero de minas.




Llegando a los últimos años del siglo XIX, el ejercicio como rectores de la UCV por otros dos ingenieros, Jesús Muñoz Tébar en 1887 (volvería al cargo de 1906 a 1908) y Alberto Smith de 1897 a 1899, indica el reconocimiento que hay en la universidad hacia la profesión, su enseñanza y quienes la ejercen. No deja de hacerse presente una perspectiva crítica, expuesta en un trabajo que publica en 1895 el distinguido ingeniero y docente Felipe Aguerrevere, texto pionero en el análisis de la enseñanza de la ingeniería en Venezuela, cuyas observaciones sobre la necesidad de resolver carencias en la formación práctica conservan hoy agudeza y vigencia. Mencionemos también que el cese de las condiciones un tanto más favorables de años anteriores se refleja en una apreciable disminución de los egresados en ingeniería (y la nueva opción afín de arquitectura) después de 1893. Adicionalmente, hay un hecho para recordar: en 1899 reciben en la UCV el grado de agrimensores las hermanas Delfina, Adriana y Dolores Duarte, quienes aún cuando no cursaron la carrera en las aulas, presentaron y fueron reconocidas en las pruebas que confirmaron su capacidad profesional, siendo las primeras mujeres con título universitario obtenido en este país.

Al aproximarse y comenzar el siglo XX, dificultades económicas y conflictos políticos son patentes en Venezuela, con un recrudecimiento de las pugnas por el poder que finalmente llevan al triunfo en 1899 del caudillismo militar andino encabezado por Cipriano Castro, quien superando fuertes retos militares internos e incluso un agresivo bloqueo naval de potencias europeas, se mantiene al mando hasta ser desplazado por su subalterno inmediato y compadre Juan Vicente Gómez a fines de 1908. Por supuesto, en semejante clima aún más enrarecido por el despotismo gubernamental es poco lo que podía prosperar la enseñanza de la ingeniería: ya apuntamos que en 1904 se clausuraron las universidades de Maracaibo y Valencia, igualmente quedó en el papel la Facultad de Ciencias Exactas anunciada por la ULA en 1898, mientras que la UCV debió soportar también su ración de autoritarismo y arbitrariedades. Se refleja esta situación difícil en el bajo número de egresados en el área entre 1900 y 1912 (todos de la UCV): 33 ingenieros y dos arquitectos.




En los primeros años del gomecismo, mientras el régimen se consolidaba, hubo cierto ambiente más abierto en la UCV, como muestra la creación del Centro de Estudiantes de Ingeniería en 1911 (¡un Centenario que ojalá no pase desapercibido en esta Facultad!). Pero en cuanto pudo el gobierno apretó las tuercas y en 1912 clausura la Universidad Central hasta 1922. De aquel sombrío evento, retengamos para la memoria institucional la digna actitud que mantuvo el Ing. Alberto Smith, de nuevo en el rectorado ucevista, quien en castigo debió ir al destierro hasta la muerte del dictador. Para disimular los efectos de esa medida montaraz de cierre, se crea la Escuela de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Caracas (fundada en 1916), que reagrupa a estudiantes y profesores de la suspendida UCV y de la cual egresan 14 ingenieros y 1 arquitecto hasta 1922.

Pero por mucha ojeriza que la tiranía tuviese a la universidad y los estudiantes, el inicio de la década de 1920 ya avizoraba el nacimiento de una nueva Venezuela, hija de la industria petrolera y los cambios que traía consigo. Ese país que se anunciaba requeriría no sólo de más ingenieros, sino de diversificación y actualización de los campos de actividad profesional, lo que implicaba una demanda por transformar la enseñanza de la ingeniería, que entre nosotros seguía anclada en estructuras, modos de aprendizaje y contenidos decimonónicos. A regañadientes, en especial por el sobresalto que le causara la insurgencia estudiantil de la “Generación del 28”, el gomecismo se ve ante el apremio de dar cierto auspicio a la expansión cuantitativa y cualitativa de la formación ingenieril. Así encontramos que las cifras de egresados crecen rápidamente: de 24 entre 1922 y 1925, se pasa a 58 graduados entre 1926 y 1930, y a 104 entre 1931 y 1935. Son evidencias del nuevo escenario que el Congreso aprobase en 1923 un Estatuto Profesional, seguido en 1925 de la 1ra. Ley de Ejercicio de la Ingeniería; que en 1930 el gobierno envíe 7 profesionales recién graduados a Estados Unidos para formarse en ingeniería petrolera; que en 1932 se establezca la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas de la ULA, que otorgará grados en Ingeniería Civil; y que en 1933 se firme un convenio para que el Ministerio de Obras Públicas emplee estudiantes del último año de ingeniería de la UCV. Vale referir además que en 1929, desde su exilio en París, Alberto Smith publicó el libro _Formación del estudiante, del profesional y del ciudadano_, con amplia difusión entre los exiliados antigomecistas y que influirá a quienes dirigirán al país a partir de 1936.




La situación abierta tras la muerte de Gómez se manifiesta en lo referido a la enseñanza de la ingeniería, haciendo más claro y decidido el estímulo al cambio y modernización. En 1936 la Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas de la ULA es elevada a Facultad, teniendo sus primeros egresados al año siguiente; en 1937 se inician los estudios de ingeniería agronómica en el país con la apertura de la Escuela Superior de Agricultura y Zootecnia (ESAZ) dependiente del MAC, organismo que el año anterior había becado al exterior a 19 estudiantes del ramo; esta Escuela pasará a la UCV en 1946, originando la actual Facultad de Agronomía. En 1938 nace el Instituto de Geología, adscrito a los Ministerios de Fomento y de Educación, destinado a formar geólogos y que se integra a la UCV dos años más tarde, con su primera promoción en 1942. El proceso modernizador cuenta con sanción e impulso jurídico gracias a la Ley de Educación promulgada en 1940, y encontraremos que entre 1936 y 1940 hay 150 nuevos ingenieros graduados en el país, incluyendo a las primeras promociones de la Universidad de los Andes.

En 1943, la UCV será sede del primer antecedente para estudios de especialización y postgrado en el área, el Curso Internacional de Ingeniería Sanitaria respaldado por el MSAS. 1944 es el año en que la Facultad de Matemáticas y Física de la UCV se reorganiza en tres departamentos, con 8 opciones profesionales que comparten 3 de los 4 años de la carrera: Ingeniero Civil, Agrimensor, Ingeniero Hidráulico, Ingeniero Sanitario, Geólogo, Ingeniero de Minas, Ingeniero de Petróleo, Químico Industrial e Ingeniero Mecánico de Industrias; en ese entonces egresan de la ESAZ los primeros ingenieros agrónomos con estudios cursados en el país. Igualmente, se reciben en Ingeniería Civil las precursoras femeninas en estudiar la carrera en Venezuela: Carmen Iturbe y Helena Quiroba, con quienes se inicia la lenta pero sostenida incorporación de la mujer a los diversos espacios de esta profesión, con 41 de ellas obteniendo títulos en ingeniería de la UCV entre 1944 y 1957. También esos años de la 2da. Guerra Mundial y su posguerra verán a nuestras universidades enriquecerse con talento docente que llega al país huyendo de conflictos y apremios, siendo ese aporte evidente en los estudios de ingeniería.




En 1946 hay un nuevo Estatuto Orgánico de las Universidades Nacionales. No se otorga más la categoría de Doctor a los egresados del pregrado y renace la Universidad del Zulia (LUZ), que en su oferta académica incluye a la Ingeniería Civil. En la UCV, la ahora denominada Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas se constituye en 3 Escuelas: Arquitectura, Ciencias e Ingeniería, esta última manteniendo departamentos y opciones previas, excepto Química Industrial. Los 465 estudiantes de Ingeniería son los primeros en mudarse de la sede anterior en el centro de Caracas a la Ciudad Universitaria entonces en construcción; allí se abrirá en 1947, con amplio respaldo del Ministerio de Fomento, la opción de Ingeniería Eléctrica. Por su parte la ULA en 1948 crea la Escuela, luego Facultad (en 1952), de Ciencias Forestales, que forma ingenieros forestales. También en esa universidad se establece el Laboratorio de Hidráulica, más tarde Centro de Hidráulica, primer espacio de investigación ingenieril en el ámbito universitario nacional. Será seguido en 1949 por el Laboratorio de Ensayo de Materiales de la UCV, cuyo principal promotor fue el Dr. Ramón Espinal. Añadiremos que en 1948 se gradúan en la Universidad Central los primeros ingenieros petroleros y mecánicos con estudios en el país.

Hacia 1950 cabe estimar que hay alrededor de 2.000 estudiantes venezolanos de ingeniería, cifra que de algún modo indica que está quedando atrás el sesgo elitesco y socialmente restrictivo que había tenido esta carrera en el país hasta el primer tercio del S. XX. La ahora llamada Facultad de Ciencias Matemáticas y Naturales de la UCV supera el millar de alumnos, en más del 80 % de ingeniería, cuyo curso se extiende a 4 años y medio. En 1951, la pertinaz oposición de integrantes de la comunidad ucevista al gobierno militar de turno trae masivos encarcelamientos, expulsiones y cierre por un año de la universidad. El subterfugio jurídico para validar intervenciones y atropellos es la Ley de Universidades de 1953. En el caso específico de los estudios ingenieriles se elimina el régimen de semestres vigente desde 1944, se extiende el lapso de la carrera a 5 años y se da el nombre de Facultad de Ingeniería a aquellas que otorgan este título. Esa ley permite universidades privadas, creándose en Caracas las dos primeras: la Católica Andrés Bello (UCAB) y la Santa María, que ofertan desde el comienzo carreras de ingeniería civil. Anotemos que el instrumento legal posibilita la separación de Arquitectura como Facultad aparte en la UCV, lo que también está previsto para Ciencias. Debe citarse que en 1952 se abre en LUZ la Escuela de Ingeniería de Petróleos, opción que en 1953 se elimina en la Universidad Central.

Para 1955, cuando la UCV ha completado mudanza a la Ciudad Universitaria, su FI abre un Curso de Posgrado en Hidráulica, Estructuras y Electricidad, pero habrá que esperar años para que este nivel tenga presencia estable en los estudios de la profesión. Entre tanto, y hasta la caída de la dictadura en 1958, nuestra Alma Mater sigue padeciendo persecución a miembros de la comunidad y suspensiones de actividades. Pero en paralelo a su faz autoritario-represiva, las demandas de la modernización hacen que el régimen militar otorgue 172 becas para estudiar ingeniería en el exterior, atendiendo las previstas necesidades del proyecto de desarrollo industrial y siderúrgico en Guayana; aparte que se respalda la creación de entes para investigación como el Instituto de Producción Animal en Agronomía-UCV (1955) y el Instituto Forestal Latinoamericano de Investigación y Capacitación, adscrito a la ULA y patrocinado por la FAO-ONU (en 1956); y que se establecen en la UCV la carrera de Ingeniería Metalúrgica y la Licenciatura en Hidrometeorología (en 1956).




1958, año de señalada significación política nacional, lo es también para la educación universitaria y la educación ingenieril. Hay nueva Ley de Ejercicio de la Ingeniería y Profesiones Afines, junto con nueva Ley de Universidades que recupera la gratuidad (cercenada en la Ley de 1953), establece la autonomía y, en general, implica avances modernizantes y democratizadores, en un clima de apertura social y expectativas positivas hacia la universidad que se traducen en una gran expansión de la matrícula estudiantil. Vuelve a la UCV ingeniería de petróleo, y egresan de aquí los primeros ingenieros metalúrgicos formados en el país. Con la Universidad de Carabobo, que ofrece Ingeniería Industrial, reaparecen en Valencia los estudios profesionales superiores.

En 1959 se funda en LUZ la Facultad de Agronomía, estudios que hasta entonces solo existían en la UCV. En 1960 tenemos en la Universidad Central la primera computadora que opera en una universidad venezolana. En 1962, con 3.155 inscritos, la FI-UCV ha casi triplicado su matrícula en comparación a 5 años antes y es la Facultad con más estudiantes de la universidad; allí se elimina la Escuela de Ingeniería Industrial (se había creado en 1956) y en su lugar aparecen la Escuela de Ingeniería Eléctrica, la Escuela de Ingeniería Mecánica y la Escuela de Ingeniería Química y de Petróleo; además, la Facultad establece el primer postgrado permanente del área dentro de las universidades del país: la Maestría de Ingeniería Sanitaria, y el Instituto de Modelos y Materiales Estructurales (IMME). También destaca en 1962 la apertura de la Universidad de Oriente, que propone opciones pedagógicas y de organización divergentes a las otras universidades, aparte de incluir en su oferta académica 9 carreras de ingeniería (la UCV ofrecía 10).

La década de 1960 es tiempo de cifras en expansión para la ingeniería y su enseñanza, de modo que en 1970 –cuando abre la Universidad Simón Bolívar en Caracas- hay 8 instituciones de educación superior con 13 especialidades ingenieriles en pregrado. Un estudio encargado por OPSU/CNU y referido al período 1966-1974, expone que en ese lapso egresaron de nuestras universidades 6.154 ingenieros (¡cifra mayor al total de colegiados en el CIV en 1965!), aparte que entre esos años llegaron del exterior 2.626 profesionales a trabajar en el área. Semejante “boom” expansivo no iba a ocurrir sin traumas, particularmente en cuanto a los efectos que el auge cuantitativo traía en lo cualitativo. Como eran circunstancias que no solo afectaban a la enseñanza de ingeniería sino que se extendían a la institución universitaria en general, toda ella se verá sacudida, en el caso de la UCV, por la conflictiva expresión que conocimos como la Renovación Universitaria (1968-1970). No me es posible aquí dedicar el tiempo y reflexión debida a ese proceso, tanto en lo que afectó a esta Casa de Estudios en general como a su Facultad de Ingeniería en particular, por lo que invito a revisar el trabajo de mi autoría dedicado a este tópico, disponible para consulta vía Internet.




Con la motivación que por un lado venía como herencia del torbellino de la Renovación, y por el otro de quienes desde el poder enfrentaron al reto que ese movimiento supuso, la década de 1970 va a ser época de procurar visiones y acciones novedosas en materia de enseñanza de la ingeniería. Así, vemos como se promueve a la Universidad Simón Bolívar (USB), que desde su nacimiento y hasta hoy se identifica de modo muy fuerte como “universidad de ingeniería”, alternativa tanto frente a lo que se calificaba de “extremismo” de la Renovación como ante la universidad tradicional. La contraparte crítica ha ripostado insistiendo, por mencionar algunos argumentos destacados, en que el modelo USB trae un cierto retorno al elitismo social que la universidad pública venezolana venía dejando atrás desde los años 50, que la USB no logra superar perceptiblemente en lo académico a universidades de larga data como la UCV y la ULA, y que no ha podido conectarse o responder a demandas y expectativas que habría desde el grueso de la colectividad nacional, ni siquiera acercándose a lo que en materia de extensión hacen las universidades tradicionales. En todo caso, el interés en confrontar visiones sobre el tema se expresó, por ejemplo, con el I Congreso de Enseñanza de la Ingeniería en 1975.

Destaquemos en el decenio de los 70 la expansión que tienen los estudios de posgrado en ingeniería. En 1976 se reseña que ya hay 42 cursos permanentes de postgrado, distribuidos entre 5 universidades públicas, la UCAB y el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Innovación de interés en aquella época es la aparición, en 1974, de los Institutos Universitarios Politécnicos, con potestad de formar ingenieros a la vez que impartían carreras técnicas medias; también se crea el IUPFAN, que reúne a tres entidades para formación de ingenieros militares previamente existentes y que aceptará a civiles como alumnos. Además, con el paso a control estatal del conjunto de la industria petrolera y la conformación de PDVSA como empresa “holding” a cargo, se crea el Instituto de Adiestramiento Petrolero y Petroquímico (INAPET), ente responsable de todo lo referido a instrucción y entrenamiento en el ámbito petrolero oficial. Para 1980 se gradúan en el país 3.612 profesionales de ingeniería y afines, siendo el 22,8 % del total de egresados universitarios de ese año. No olvidemos mencionar que en estos tiempos (1974-1985), con el Plan de Becas Ayacucho e iniciativas parecidas, varios miles de jóvenes venezolanos estudian pre y postgrados del área ingenieril en el exterior, los cuales en su gran mayoría retornan con el consiguiente impacto en la profesión y su enseñanza.

La década de 1980 ve aparecer la crisis del rentismo petrolero evidenciada a partir del “Viernes Negro” de febrero de 1983. La nueva coyuntura restringe la disponibilidad de aquellos ascendentes recursos financieros que costearon la expansión previa, con deterioro en las condiciones para la educación superior pública, lo que además se agrava pues la demanda estudiantil continúa incrementándose. De este modo, tenemos que para 1985 casi se duplica la cifra de egresados de 5 años antes, al concederse 6.431 títulos en ingeniería y afines, cuando hay 36.015 estudiantes inscritos. En años subsiguientes esa tendencia se mantiene, de manera que en 1990 tenemos 11.551 graduados del área, representando al 22,4% del total de egresados universitarios en el país. En tal contexto, es de notar el auge de la educación superior privada, una presencia que crece más por consideraciones de mercado que por intenciones en superar cualitativamente a las universidades públicas. Igualmente, para esos momentos se consolida la presencia femenina entre estudiantes y egresados de ingeniería, que desde la década de los 70 venía dejando de ser mínima u ocasional, representando ahora un tercio de la matrícula.




Hay en los años 80 esfuerzos de distintas instituciones (como la UCV y algunas otras universidades públicas) por atender a la calidad de la educación en ingeniería y empieza a trabajarse en afrontar los problemas del rendimiento estudiantil, de la competencia pedagógica de los docentes y de la admisión de nuevos alumnos. Vinculado con esto, tenemos iniciativas para desarrollar las capacidades universitarias en postgrado y en investigación: en 1981 aparece la Revista Latinoamericana de Metalurgia y Materiales en la USB, primera publicación nacional arbitrada e indexada del área ingenieril, a la que siguen en 1985 la Revista de la Facultad de Ingeniería de la UCV y en 1988 la Revista Técnica de la FI-LUZ; en 1982 La UCV, la USB y el IVIC acuerdan un proyecto de cooperación de estudios para graduados, con la meta de otorgar el Doctorado en Ciencias, Mención Ingeniería Estructural, posibilidad inaugural de estudios a nivel doctoral dentro del área en Venezuela; mientras que el resultado del primer Programa de Promoción del Investigador (PPI-CONICIT) en 1990 certifica 88 investigadores reconocidos en ingeniería y afines (11,9% del total de acreditados).

En los años de 1991 a 1998 no hay variaciones sustantivas en cuanto al cuadro global que venía del decenio anterior. En 1991 por fin se resuelve el largo conflicto jurídico-institucional que había bloqueado la apertura de la UNEXPO, primera universidad totalmente de ingeniería existente en el país, resultante de la fusión de los anteriores institutos politécnicos de Barquisimeto, Caracas y Puerto Ordaz. En 1992, al abrir Ingeniería de Producción, 8 de los 12 pregrados de la USB conducen a títulos de ingeniería. En 1993 empieza a cristalizarse en la FI-UCV un amplio esfuerzo de actualización curricular, con el cambio de pensum en el Ciclo Básico y las escuelas profesionales, proceso que se extenderá en años subsiguientes; además, se crea una Coordinación de Investigación, en procura de mayor rango y soporte institucional para esta labor académica. En 1995, PDVSA realiza una significativa reforma organizacional en relación a su estructura de capacitación de personal, con la creación del CIED – Centro Internacional de Educación y Desarrollo; por su parte la FI-UCV aprueba su programa de Doctorado Genérico, mientras que nuestra universidad aún tiene la oferta nacional más diversificada de estudios de ingeniería, con 12 carreras de pregrado, 11 postgrados en Agronomía y 25 postgrados en la FI.




Para 1997, hay en pregrado de ingeniería más de 70.000 estudiantes de 35 especialidades en 32 centros de educación superior (18 públicos y 14 privados); semejante proliferación trae sus problemas, como el litigio judicial que se inicia ese año cuando el CIV se niega a aceptar los títulos que da el Instituto Universitario Politécnico Santiago Mariño (privado). En 1998, el PPI-CONICIT reconocía a 236 investigadores en ingeniería y afines, 15,3% del total acreditado; mientras cifras oficiales recogen que el 22,25 % de quienes laboran desarrollando ciencia y tecnología tienen título en ingeniería y afines (6.829 personas); no obstante, ya existía el reto de mantener en el país, y en sus instituciones académicas, a una fracción creciente del personal mejor calificado que emigra al exterior o se ve tentado a ello.

Concluiré en esa última fecha por la misma razón general que se argumenta en Un país en su artificio para un cierre similar: la cercanía de las situaciones a analizar impide su examen con una visión histórica. Sin duda hay mucho que debe y puede decirse sobre lo relacionado con la enseñanza de la ingeniería en Venezuela desde 1999 hasta hoy, pero dejémoslo para otra ocasión y para escudriñarlo desde enfoques distintos. De momento, creo cumplida mi tarea al haber podido presentarles este bosquejo evolutivo que ojalá sea útil para lo que cotidianamente hacemos por nuestra Facultad de Ingeniería de la UCV.


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Fuentes de referencia, del mismo autor, que sirvieron de soporte a esta conferencia:

* _Un país en su artificio. Itinerario histórico de la ingeniería y la tecnología en Venezuela_. Caracas, Edit. Innovación Tecnológica FI-UCV, 2011.

* “Para la historia de la enseñanza de la ingeniería en Venezuela…”, en Revista de la Facultad de Ingeniería, UCV. Vol. 26, 2011 (en prensa).

* HISTORIA DE LA INGENIERÍA VENEZOLANA (Blog), en http://historiaingenieriavenezolana.blogspot.com.

En circulación el libro _Un país en su artificio_



MÉNDEZ, NELSON (2011): _Un país en su artificio. Itinerario histórico de la ingeniería y la tecnología en Venezuela_. Caracas, Edit. Innovación Tecnológica FI-UCV. 154 p.

Desde mediados de 2011 se encuentra a la disposición del público lector esta obra, en la que el autor presenta el producto completo de la labor de investigación que desde hace años desarrolla en relación a la historia de la ingeniería en Venezuela.

Se han entregado 30 ejemplares del libro a la Biblioteca Nacional, que quedarían a la orden de los interesados en la red de bibliotecas públicas del país. Igualmente, estará disponible en la Biblioteca Central de la UCV y en la Biblioteca de la Facultad de Ingeniería de la UCV. Para quien desee adquirirlo, el precio de venta al público es de Bs. 100 y debe solicitarse –en horario de oficina- a la Coordinación de Investigación de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela, situada en el piso 1 del Edificio del Departamento de Física Aplicada, en la Ciudad Universitaria de Caracas. El teléfono es 212-6051644.