viernes, 2 de enero de 2009

Tecnologías alternativas: Reflexiones sobre lo utópico, lo posible y lo necesario

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NELSON MÉNDEZ P.
Cátedra de Sociología, Departamento de Enseñanzas Generales, Facultad de Ingeniería, Universidad Central de Venezuela, Ciudad Universitaria, Caracas 1051

[Artículo publicado originalmente en ACTA CIENTÍFICA VENEZOLANA, Vol. 37, # 5, 1986; pp. 475-480. Revista arbitrada e indizada de la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia -AsoVAC]


RESUMEN

La racionalidad del beneficio económico característica del capitalismo ha requerido incorporar la ciencia en el ámbito productivo, pero una ciencia que se asimila socialmente dentro de pautas impuestas por el sistema y tiende a contribuir a la estabilidad del mismo. También esa lógica de la ganancia condiciona a la tecnología contemporánea, cuyo rasgo esencial es la innovación permanente en base al desarrollo científico; tal paradigma tecnológico persiste en interés de las estructuras de poder establecidas y pese a sus elevados costos de diverso orden, particularmente para los países subdesarrollados. Por lo tanto, se ha propuesto un nuevo modelo de práctica científica, basado en una racionalidad determinada por las necesidades colectivas y sustentando Tecnologías Alternativas, que implican una ruptura con el modelo actual no sólo afincada en consideraciones técnicas, sino en un proyecto amplio de cambio económico y socio-político, lo que resulta una perspectiva atrayente para el desarrollo autónomo y apropiado de las sociedades del Tercer Mundo.

Alternative technologies:
Reflections upon the utopian, the possible and the necessary


ABSTRACT

The characteristic rationality of the economic benefit of capitalism has made it necessary to apply science to production, but only a science which would fit socially into the main lines determined by the system and tend to contribute to the stability of this system. Also, this necessity of profit making has conditioned modern technology, in which permanent innovation based on scientific development is its essential characteristic; this technological paradigm persist to the benefit of the established power structures, in spite of its high costs in various areas, particularly for underdeveloped countries. A new model of scientific activity is therefore suggested, which would be based on a rationality determined by collective needs and supporting Alternative Technologies, thus breaking away from the current model based solely upon technical terms, but also in the creation of a wide-ranging project which would bring about and economic and socio-political transformation of a type that would foster an autonomous and adequate development for third world societies.

I. Ciencia, Tecnología, Sociedad y Poder

Iniciemos nuestra discusión del tema aclarando aspectos básicos: ¿qué entenderemos por ciencia, por técnica, por tecnología y cómo se relacionan entre sí? Por ciencia definiremos operativamente al conocimiento sistemático, verificable y socialmente compartido del mundo natural y humano; técnicas serán los instrumentos y/o procedimientos mediante los cuales la humanidad se relaciona y transforma a su medio social y/o ambiental, para su realización; mientras que la tecnología es el conjunto de saberes, prácticas y/o utensilios que en su función de relación y transformación al medio sí requieren la base de conocimientos que proporciona la práctica científica.

La existencia histórica de la ciencia es relativamente reciente y en términos temporales no va más allá de los albores del capitalismo europeo en los siglos XVII y XVIII. Tal coincidencia de origen deja profunda marca en el que hacer y la conceptualización de la práctica científica; es cierto que ya desde antiguo existieron en diversas sociedades manifestaciones más o menos desarrolladas de interés por comprender al mundo de un modo que no podemos calificar sino de científico, con los griegos de mediados del primer milenio antes de nuestra era llegando a las puertas de una revolución científica; pero el paso decisivo no se da allí sino en la Europa Occidental del 1600 y el 1700. En el capitalismo, la ciencia va a romper con la visión de sí misma -heredada de la antigüedad- como actividad primordialmente centrada en la comprensión intelectual del mundo sin actuar sobre él, convirtiéndose en la base del modelo de evolución técnica que caracteriza al mundo moderno desde la Revolución Industrial hasta nuestros tiempos. Por tanto, aquí las necesidades técnicas son cada vez más necesidades tecnológicas y en la explicación de esto es importante que consideremos el tipo de racionalidad económica propia de este sistema económico-social, vale decir, la demanda por máximas ganancias al tiempo que se busca reducir los costos de producción. Para el capitalismo, el incremento constante del beneficio económico es el parámetro básico para determinar las prioridades técnicas, ello implica una progresiva imposición de la ciencia como base indispensable de las técnicas, pero sólo cierto tipo de ciencia: aquella que puede ser controlada en su evolución y resultados por los sectores sociales dominantes en lo económico y lo político. La ciencia es actividad racional y sistemática, pero esas características sólo pueden ser útiles al capitalismo si se amoldan a su lógica de funcionamiento económico, por eso el sistema impuso al desarrollo de la ciencia el modelo de crecimiento que le resultó más propicio, situación que en buena medida quedó oculta hasta pleno siglo XX por la impresión general en cuanto a que los conflictos primarios de la ciencia eran con situaciones externas a ella, que desde fuera se oponían vanamente a su adelanto indetenible (p.ej:: los enfrentamientos con la ignorancia, la metafísica, el fundamentalismo religioso, etc.).

El éxito de la ideología dominante en imponer su concepción de la relación ciencia-sociedad como única válida, lleva a que se asuma su particular idea del desarrollo científico como des-historizado y des-socializado: un proceso con supuesta independencia a la evolución de las comunidades humanas en donde nace, que en su marcha cada vez más acelerada elimina los tradicionales obstáculos al progreso y se convierte en llave de la futura felicidad universal. A partir del siglo XIX, esa concepción parece indiscutible, el avance tecnológico del capitalismo auguraba el inicio de una oleada creciente de ascenso para la humanidad; inclusive, resulta curioso toparse entre sus más fervientes partidarios a antagonistas destacados del orden socio-económico capitalista, quienes argumentan al respecto que este sistema ha desatado fuerzas y potencialidades productivas para las cuales es ya un obstáculo. Esta tesis se asoma en la obra de Marx y Engels, fue desarrollada por algunos de sus discípulos más conocidos y encontró resumida formulación política en la sentencia de Lenin al definir el comunismo como "soviets más electricidad", entendiendo como variables independientes a lo sociopolítico y a lo científico-tecnológico.

Sólo hace poco se deteriora esa creencia antaño indestructible en el progreso tecnológico ilimitado, crisis que estalla cuando los efectos negativos en lo ecológico, lo económico y lo social del modelo tecnológico actual comienzan a afectarnos de modo ineludible. Hay un cuestionamiento a las concepciones prevalecientes sobre la ciencia y su relación con la sociedad. Hiroshima y la desenfrenada carrera armamentista de los últimos 40 años dan evidencia abrumadora sobre la clase de desarrollo científico-tecnológico impulsado por los factores de poder: para principios de la década de 1980, la investigación y desarrollo en el área militar emplea a 500 mil de los más cualificados científicos e ingenieros y absorbe entre 1/2 y 1/3 de los recursos humanos y materiales dedicados en todo el mundo a la investigación y desarrollo. Todo esto trae el paradójico resultado de una ciencia vista como capaz de crear capacidades inimaginables de destrucción, pero no de solucionar los viejos problemas de miseria e injusticias que padece la población de buena parte del globo. La perspectiva crítica que surge ante estos hechos no pretende la vuelta a un mítico pasado feliz pre-científico o un rechazo total a la ciencia por temor a resultados indeseables, de lo que se trata es de reivindicar la posibilidad de otro modelo de ciencia que, afincado en relaciones de poder no opresivas y una determinación democrática de las necesidades sociales que satisface la práctica científica, sea la base indispensable para las tecnologías alternativas que describimos luego. No se trata de proponer la ruptura total con la tradición científica desarrollada hasta ahora y sus resultados, se partiría de ella pero no marcos de referencia sociopolíticos nuevos. En fin, se propugna una nueva ciencia que quiere contribuir a la construcción de la utopía, pero que no espera a la utopía para comenzar a construirse ella misma.

Al plantear una crítica a la función social de la ciencia en el capitalismo, encontramos los siguientes aspectos centrales: 1) El cuestionamiento a la forma como el sistema ha definido la naturaleza y el campo de lo científico en función a la división jerárquica del trabajo que le es propia ("La autoridad no depende de la capacidad; al contrario, la capacidad depende de la autoridad" señala André Gorz). 2) Denuncia de la especialización y el lenguaje científicos como instrumentos que han sido utilizados para evitar que la mayoría de la gente tenga control sobre aspectos importantes de su vida. 3) En tanto conocimiento de expertos, monopolizado por una minoría intelectual y ajeno al pueblo, la ciencia moderna se vuelve ideología a favor del orden dominante y contribuye a su reproducción. El sistema social no sólo usa la ciencia, también la constituye de manera que difícilmente se pueda emplear en su contra o fuera de la condiciones que se le han impuesto. Tras esta crítica se proyecta un nuevo modo de vincular ciencia y sociedad que Gorz visualiza en los siguientes términos: "... la ciencia sólo dejaría de ser cultura burguesa no únicamente si es colocada al servicio del pueblo, lo cual significa que la ciencia será transformada en el proceso de su apropiación por el pueblo. Verdaderamente la ciencia, tal como es, nunca puede convertirse en la ciencia propia del pueblo o para el pueblo; no se puede hacer que una cultura de élite compartimentalizada y profesionalizada se convierta en la cultura propia del pueblo. La ciencia para el pueblo significa la subversión de la ciencia tal cual es. Como lo expresan H. y S. Rose: "esta transformación conlleva la demolición de la barrera entre experto y no experto; las formas socializadas de trabajo dentro del laboratorio, creando una genuina comunidad en vez del mito degradado existente, deben acompañarse de la apertura de los laboratorios a la comunidad. Los intentos para borrar la distinción de capacidad experta, para hacer de cada hombre su propio científico deben seguir siendo el objetivo". (Gorz, A.: “Sobre el carácter de clase de la ciencia y los científicos”, en H. y S. Rose -Comps.-: Economía Política de la Ciencia, Nueva Imagen, México, p. 120, 1979.)

II. El Modelo Tecnológico Contemporáneo y su Impacto en el Tercer Mundo

La tecnología no nació con el capitalismo, en otras sociedades se lograron realizaciones sorprendentes que son difíciles de atribuir al sólo progreso de habilidades técnica artesanales, implicaban una base de conocimiento sistemático únicamente calificable de científico y, además, afectaban aspectos fundamentales de las condiciones objetivas de existencia de estas sociedades (p.ej.: obras hidráulicas y sistemas de comunicación). Pero en ningún caso se garantizaba un ritmo estable y continuado de creación tecnológica, puesto que no se trataba de economías esencialmente estructuradas para la producción con fines mercantiles, sino de economías de apropiación tributaria por vía compulsiva, con tributos que casi siempre adquirirían la forma de trabajo humano servil o esclavo; entonces, se desestima por innecesario el aumentar la productividad en un trabajo que al no estar destinado esencialmente a un mercado en expansión, sólo era útil a la clase dominante en tanto significaba satisfacer sus limitadas posibilidades de consumo e intercambio. Con el capitalismo esa situación se modifica en profundidad, puesto que se trata de una economía a la que el mercado impone transformaciones permanentes. Producir más a menor costo y mayor beneficio requiere constantes cambios cuantitativos y cualitativos, para los cuales la innovación tecnológica es fundamental. De allí deriva el ritmo permanente de expansión tecnológica propio de la historia del capitalismo: a fines del siglo XVIII con la energía del vapor y los comienzos de la mecanización; en el siglo XIX con las máquinas-herramientas y el avance arrollador de ramas industriales como la química y la eléctrica, resultado directo de la relación más estrecha entre ciencia y producción; llegando a nuestros días con la denominada Revolución Científico-Técnica y sus llamativos logros en Electrónica, Informática, Biología, Química, etc.

Un panorama así parecería indicar una línea progresiva, continuada y cada vez más expedita para el modelo científico-tecnológico dominante; lo que es más, el socialismo real, definido en otros aspectos por opciones distintas a las típicas del capitalismo, coincide y hasta extrema en su adhesión al paradigma tecnológico que rige la industrialización capitalista. Dicho paradigma puede ser explicado en los términos siguientes:

"1. Son tecnologías diseñadas para el funcionamiento y dirección centralizados tanto geográficamente como en lo que respecta a toma de decisiones.
2. Son tecnologías sumamente complicadas y que exigen el concurso de altos especialistas para su fabricación, operación y mantenimiento.
3. Son tecnologías intensivas de capital y por lo tanto ameritan grandes inversiones.
4.Son tecnologías diseñadas para grandes escalas productivas, que suponen producción en serie.
5. Son tecnologías que contribuyen al agotamiento de los recursos naturales no renovables.
6. Son tecnologías que contribuyen al deterioro de los ciclos ecológicos por ser contaminantes en formas y grados diversos; y finalmente.
7. Son tecnologías que no dan lugar a condiciones satisfactorias de trabajo creativo y son alienantes". (Antonorsi, M.: Tecnología Suave, Monte Ávila, Caracas, p. 68, 1980.)

De esta descripción se desprenden algunas conclusiones pertinentes. En primer lugar, se evidencia que ese modelo se impone no por condiciones de eficacia "técnica" -en la aséptica acepción común de la palabra- sino en tanto justifica y sustenta a los mismos factores de poder que lo controlan: el Estado y/o el sector empresarial privado. En segundo término, es problemático continuar confiando en progreso tecnológico indefinido dentro de ese modelo, que por su misma condición de racional en lo económico para el capitalismo tiende a ser a largo plazo irracional en lo ecológico, lo energético y lo social; por lo tanto genera contradicciones y conflictos que simplemente no pueden solucionarse con esa tecnología. Por último, la experiencia de trabajo y de vida cotidiana de los habitantes comunes de los países industrializados, capitalistas o socialistas, demuestra que el problema no está sólo en el control minoritario y el diseño socialmente inadecuado de la tecnología; también hay que transformar las relaciones que los productores-consumidores-usuarios tienen con el entorno tecnológico que los rodea, proponiéndose como alternativa entonces, según la visión de Ivan Ilich "Una sociedad convivencial...una sociedad que da al hombre la posibilidad de acción más autónoma y más creativa, con el auxilio de herramientas menos controlables por otros. La productividad se conjuga en términos de tener, la convivencialidad en términos de ser". (Ilich, I.: La Convivencialidad, Barral, Barcelona, p. 40, 1975.)

En los países del tercer mundo, el modelo tecnológico contemporáneo llegó más temprano o tarde según las distintas regiones se vinculaban al sistema capitalista mundial como abastecedoras de productos primarios. En esas naciones, el esquema primario exportador de la economía tiende a evolucionar hacia la industrialización por substitución de importaciones, lo que significa asumir en grado importante la tecnología propia del modo de producción capitalista; este proceso se conoce como transferencia de tecnología y se vincula con tres situaciones que vale la pena mencionar con algún detalle:

1. Adquirir esa tecnología ocasiona una erogación de recursos que drena de modo severo la capacidad financiera del mundo subdesarrollado, incrementando la deuda externa, con la hipoteca de la economía y el futuro del país que se someten aún más a los acreedores del mundo industrializado.

2. La citada transferencia se realiza en condiciones leoninas de control del vendedor sobre el comprador, resultando finalmente el camino más corto para la dependencia tecnológica; al mismo tiempo, las compañías transnacionales, que en sus lugares de origen incrementan beneficios por vía de innovación tecnológica, aquí obvian ese aspecto puesto que los mecanismos de transferencia posibilitan el margen de ganancia óptimo que en los países industrializados sólo obtienen con el continuado impulso a la investigación y el desarrollo de nuevas técnicas.

3. La implantación del nuevo modelo tecnológico ha ido acompañada de un incremento del desempleo, explicable tanto por sus devastadores efectos sobre tradicionales fuentes de empleo en la artesanía y en las actividades agropecuarias, como por el hecho de que se trata de tecnologías automatizadas de capital intensivo, concebidas para ahorrar mano de obra y estabilizar la demanda de trabajadores calificados en sus países de origen, por lo cual son casi absolutamente inadecuadas para nuestras necesidades en esos aspectos.

Tales efectos tienden a profundizar la separación entre "países ricos" y "países pobres", reforzando internamente en estos últimos las desigualdades extremas en lo económico-social, quizás la fuente más virulenta de conflictos del mundo actual. Para los apóstoles de la modernización tecnológica a toda costa se trata de un inevitable pero bajo precio a pagar, comparándolo con los efectos positivos de: acortar la brecha del desarrollo con la mayor eficiencia posible; logros de economía de escala que ahorren capital y generen inversión externa; estándares de calidad más altos y competitivos; uso racional de recursos humanos; y, principalmente, el optimismo genérico basado en la reflexión simplista de "si ha sido bueno para ellos, también lo será para nosotros". La quimérica espera de los dones y beneficios del paradigma tecnológico actual en los países subdesarrollados sólo ha resultado en desengaños, cuando la cruda realidad de los indicadores económicos y sociales reitera la existencia de los viejos problemas del atraso, ligados ahora a lo que los tecnócratas llaman "costos de la modernización"; ante tan decepcionantes resultados, cabe pensar que lo absolutamente utópico e irreal para nosotros es seguir sosteniendo las ilusiones del desarrollismo tecnocratizante.

III. Tecnologías Alternativas

Hagamos algunas precisiones sobre la nomenclatura a utilizar, ya que es notable la confusión en la bibliografía sobre el tema empleado como sinónimos términos de significados distintos pese a la similitud que se les atribuye. Consideramos que se debe partir de la denominación globalizadora de Alternativas Tecnológicas, para referirnos a todas aquellas que constituyen posibilidades distintas a las propias del modelo establecido. Estarían comprendidas:

a) Tecnologías regionales, que procuran la descentralización y autosuficiencia dentro del marco geográfico propio de las unidades sociales de base.
b) Tecnologías ecológicas con bajo impacto sobre el medio ambiente.
c) Tecnologías conservadoras de recursos.
d) Tecnologías de pequeña escala.
e) Tecnologías de trabajo intensivo, que minimizan la inversión y potencian el uso de la mano de obra no especializada.
f) Tecnologías simples, que requieren mínima especialización y procedimientos operativos sencillos; y
g) Tecnologías liberadoras, que permiten un trabajo creativo y satisfactorio, controlado directamente por productores y consumidores.

Estas alternativas tecnológicas, en la medida que combinan y sintetizan del modo apropiado para cada caso sus soluciones operativas, son la base técnica de las Tecnologías Alternativas, pero lo que define a estas últimas es que su funcionalidad plena sólo es posible en condiciones económicas, políticas y sociales radicalmente distintas a las que caracterizan al modelo existente. La antecedente precisión conceptual nos conduce a problemas decisivos: lo utópico de las tecnologías alternativas y la integración al paradigma vigente de las innovaciones que se crean en el marco de las alternativas arriba enumeradas.

Es lugar común mencionar, con intenciones peyorativas o de tibia conmiseración, que tales planteamientos radicales se conectan con una larga serie de ensoñaciones futuristas que los ilusos de todas las épocas se han complacido en imaginar, con lo que se despacha a Bookchin, Ilich o Clarke a la categoría de literatura fantástica o de mera ciencia ficción. Por supuesto, hay nexos que emparentan a utopistas literarios clásicos como Tomás Moro, Campanella o William Morris con esta nueva perspectiva, en tanto hay la prefiguración de un futuro ideal para la humanidad, pero con la diferencia fundamental de entender a la tecnologías alternativas como factor de un proceso de cambio radical en la sociedad que se avizora como posible y necesario, idea que no encontramos en los clásicos. Entonces, y en la medida que las contradicciones y conflictos propios al actual modelo tecnológico se hacen más apremiantes, la modificación profunda de ese paradigma propuesta por las tecnologías alternativas es la única salida de garantizar la supervivencia feliz de la especie humana y del medio ecológico planetario. La opción tecnológica por lo antes considerado utópico queda como única elección procedente y realista.

Por otra parte, la crisis de la tecnología moderna también ha sido advertida por los factores de poder dominantes en los países industrializados, cuya preocupación por el tema se expresa, por ejemplo, en las deliberaciones del "club de Roma" y su conocido reporte sobre los límites del crecimiento conocido como Informe Meadows. No sorprende entonces que se suceda un proceso mediante el cual los grandes centros de creación científico-tecnológica (públicos o privados) intentan la recuperación oficiosa de las nuevas alternativas tecnológicas. En los EE.UU., la Unión Soviética, Japón y la Europa industrializadas áreas de investigación y desarrollo que inicialmente marcharon fuera de esos grandes centros, hoy tienen un creciente peso dentro de las iniciativas experimentales de avanzada que concitan la atención de los sectores dominantes, tal como sucede con las áreas de: fuentes alternas de energía, reciclaje, agricultura orgánica, arquitectura, transporte, etc. Integrar al paradigma vigente las alternativas tecnológicas ha traído el florecimiento de ramas industriales y comerciales con vastas inversiones y beneficios jugosos, al tiempo que se desarrolla una ideología "ecotecnocrática" que presenta a estas nuevas tecnologías como la panacea para los males del mundo moderno, pretendiendo convencernos de soluciones puramente técnicas a problemas que son también de dominación política, control social y explotación económica. Con esta ideología se pretende disimular que la asimilación de las nuevas tecnologías ocurre en los cartabones de centralización, gigantismo, especializadores y consumidores, típicos de las sociedades industrializadas actuales. Además, no es casual el boom del "do it yourself" y el "bricolage", en tanto que estas técnicas individualizantes son asimilables y rentables para el orden económico, habida cuenta que lo verdaderamente subversivo para el mismo serían las tecnologías de base comunitaria, autónomas respecto a formas económicas centralizadas. (Cfr. Bookchin, M.: “Autogestión y Nueva Tecnología”, rev. Bicicleta (España), # 20, pp. 35-43; y Puig, J.: “Tecnologías Alternativas: Entre la Marginación y la Integración”, rev. Transición (España), # 14, pp. 43-46.)

Conviene precisar criterios antes de describir en detalle las tecnologías alternativas: primero, lo necesario de una racionalidad de base distinta a la hasta ahora prevaleciente para entender las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza; luego, la imposibilidad de concebir las tecnologías alternativas de modo puramente "técnico", y, por último, que estas tecnologías parten de condiciones científicas, técnicas, ecológicas y sociopolíticas estrechamente vinculadas entre sí. Por decirlo con palabras de D. Dickson (Tecnología Alternativa y Políticas de Cambio Tecnológico, Blume, Madrid, pp. 81-82, 1978.): "Hemos subrayado que la tecnología de una sociedad abarca la estructura de su actividad productiva y la de sus relaciones sociales de producción. Esto acentúa el hecho de que las causas que se encuentran en la raíz de los problemas relacionados con la industrialización son esencialmente tanto políticos como tecnológicos. Por tanto, una tecnología alternativa sólo puede ser aplicada con éxito a gran escala una vez que haya sido creada una forma alternativa de sociedad. Esta tarea es más bien de tipo político que tecnológico". En razón a lo anterior, pensamos que la enumeración más completa de rasgos para la tecnología alternativa la expresa Robin Clarke para lo que él llama Tecnología Blanda (véase Tabla I); aunque bastante pormenorizada, no es ni pretende ser un dictamen definitivo sobre el asunto, los problemas concretos son enormes a la hora de precisar un óptimo social de la relación entre los individuos, las técnicas y los resultados obtenidos. Lo más difícil va a ser lograr que la técnica sea un instrumento para armonizar y ampliar las potencialidades presentes en las comunidades humanas.

IV. A Modo de Conclusión: Tecnologías Alternativas y Tercer Mundo

Resultó casi inevitable que la posibilidad de alternativas tecnológicas se evidenciase como una salida plausible para los problemas que la indigesta asimilación del paradigma tecnológico contemporáneo estaban causando en el eufemísticamente llamado "mundo en desarrollo". Existían precedentes autóctonos de dichos planteamientos tan destacables como Gandhi y las experiencias de China Popular y Tanzania, pero, como en tantas otras cosas, el debate sobre el tema adquirió respetabilidad de perspectiva digna de tomarse en cuenta solamente cuando los académicos del "1er. Mundo" dan su visto bueno. Es así como la tan comentada obra del economista inglés E.F. Schumacher "Lo Pequeño es hermoso" es, desde su publicación en 1973, referencia teórica imprescindible en la discusión sobre alternativas tecnológicas para el 3er. Mundo. Allí se enunció el concepto de tecnología intermedia para referirse a aquel conjunto de tecnologías situadas a medio camino entre lo que se importa del mundo industrializado y las técnicas tradicionales de las regiones subdesarrolladas. Esta tecnología intermedia fue propuesta como opción para afrontar las situaciones críticas que el tecnocratismo industrializante, hasta ahora en boga en nuestros países, no ha hecho sino eludir o acaso exacerbar -deuda externa, desempleo, marginalidad, etc.- puesto que estas nuevas tecnologías sí serían las adecuadas para nuestras necesidades y capacidades.

Tal proposición presenta obstáculos importantes para ser incluida en lo que concebimos como tecnologías alternativas. Por una parte, nos volvemos a encontrar ante la convicción de lo puramente técnico como solución a problemas de raíz sociopolítica; ello al lado de la consideración de la ciencia y la tecnología modernas como intrínsecamente perniciosas, aislándolas de los condicionantes políticos y económicos que señalan su creación y desarrollo; además, el mismo adjetivo de intermedia para calificar dicha tecnología parte de considerar la evolución social como una suerte de crecimiento orgánico que va de menor a mayor, donde lo que se quiere para el 3er. Mundo no es otro modelo de desarrollo, sino ajustar el ya existente a posibilidades más modestas, hasta que podamos progresar lo suficiente en la escala de ascenso científico-técnico diseñada por y para los países "avanzado". Con presupuestos básicos semejantes, no puede resultar extraño que tanto las compañías transnacionales como los mecanismos de financiamiento ligados a ellas hayan apoyado proyectos de investigación y desarrollo en el campo de las tecnologías intermedias; un caso más de esa recuperación para el sistema y su paradigma tecnológico de posibilidades divergentes, como apuntábamos al referirnos a las alternativas tecnológicas.

Las objeciones que argüimos frente a lo que Schumacher expone no son un reconocimiento inconsciente de la fatal inviabilidad de cualquier tecnología alternativa para nuestros países, aquí es pertinente volver a nuestra insistencia en lo puramente hipotético de soluciones técnicas válidas por sí mismas, sino en cuanto estén acompañadas de profundas modificaciones en las relaciones de poder político y económico. Una alternativa tecnológica verdaderamente apropiada para el 3er. Mundo sólo puede originarse en las demandas de la mayoría que la necesitará y usará, una vez que esa mayoría haya constatado eficazmente su capacidad para presionar y lograr cambios económicos y políticos. Esto quizás suene como una declaración puramente efectista y hasta francamente absurda, al esperar que las masas embrutecidas y hambrientas de Asia, África y América Latina repentina y espontáneamente originen un caudal de conocimiento científico-tecnológico, comparable al de las naciones industrializadas. Si se hace una observación semejante, recordemos dos cosas: 1) Se trataría de gente activada y concientizada por movimiento sociales donde serían militantes y participantes activos, no simplemente espectadores de cambios que actúan sobre ellos. 2) No es crear "LA Tecnología para EL Desarrollo" sino una tecnología apropiada para un desarrollo adecuado, tomando en cuenta lo específico de cada contexto ecológico, económico y cultural. Tampoco olvidemos algo más: el peligro de orientar la búsqueda de salidas tecnológicas alternas sobre la base de paranoias antioccidentales o insensatos afanes de diferenciarse y experimentar. La necesidad de alternativas es por el agotamiento e impracticabilidad del modelo actual que torna imperativas otras opciones, incluso en cuanto atañe a la misma supervivencia humana sobre la Tierra.

Tabla I
Caracteristicas utopicas de la tecnologia blanda (Robin Clarke)

Sociedad Tecnologías Duras

1. Ecológicamente enferma
2. Alto nivel de contaminación
3. Amplio consumo energético
4. Materiales y energía no recicladas
5. Obsolescencia rápida del material
6. Producción masiva
7. Alta especialización
8. Núcleo familiar
9. Prioridad a la ciudad
10. Separación de la naturaleza
11. Política de la "mayoría silenciosa"
12. La riqueza impone los límites técnicos
13. Comercio internacional
14. Destrucción de cultura y medio natural local
15. Tecnología propensa a los abusos
16. Altamente destructora de otras especies
17. Innovación regulada por la ganancia y la guerra
18. Economía orientada al crecimiento contínuo
19. Predominio del capital
20. Alienación de jóvenes y viejos
21. Cuanto más grande más eficaz
22. Centralización
23. Gestión reservada a la comprensión de pocos
24. Accidentes técnicos usuales y graves
25. Soluciones únicas a los problemas técnicos y sociales
26. Predominio del monocultivo en agricultura
27. Se privilegian los criterios cuantitativos
28. Producción de alimentos industrializada
29. Se trabaja para ganarse la vida
30. Pequeñas unidades dependientes unas de otras
31. Ciencia y tecnología ajenas a la cultura
32. Elites expertas en ciencia y tecnología
33. Amplia distinción entre trabajo y ocio
34. Desempleo elevado
35. Objetivos técnicos válidos para pocos por tiempo limitado

Comunidad con Tecnologías Blancas

Ecológicamente sana
Poca o ninguna contaminación
Reducido consumo energético
Reciclaje de materiales y fuentes energéticas
Largo uso
Producción artesanal
Especialización mínima
Unidad comunitaria
Predominio del pueblo
Integración con la naturaleza
Debate democrático
La naturaleza impone los límites técnicos
Intercambio local
Integración de particularismos regionales
Garantías contra el mal uso
Ligada al bienestar de otras especies
Innovación regulada por la necesidad
Economía de crecimiento cero
Predominio del trabajo
Integración de jóvenes y viejos
Cuanto más pequeño mejor
Descentralización
Funcionamiento comprensible para todos
Muy pocos y leves accidentes técnicos
Soluciones diversas a los problemas técnicos y sociales
Cultivos agrícolas diversificados
Alta valoración de criterios cualitativos
Producción de alimentos compartida por todos
Satisfacción como impulso básico para trabajar
Pequeñas unidades autosuficientes
Ciencia y tecnología integradas en la cultura
Ciencia y tecnología practicada por todos
Distinción trabajo/ocio pequeña o nula
(Concepto desconocido)
Objetivos técnicos válidos para todos y por siempre

Fuente: M. Antonorsi: Op. Cit., pp. 113-115.

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1 comentario:

  1. excelente trabajo, me parece que contien aportaciones realmente significativas y positivas para la sociedad

    prof. a. salazar, mèxico, d.f.

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